Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, señaló que uno de los mayores desafíos actuales es la crítica situación fiscal del país. El déficit, marcado por un creciente desbalance entre los ingresos y los gastos del Gobierno, ha alcanzado niveles sin precedentes.

A menos de un año del fin del mandato del presidente Gustavo Petro, la economía colombiana muestra una aparente estabilidad, aunque detrás de ese “buen clima” superficial, expertos advierten sobre una inminente “tormenta fiscal” y una “sequía de inversión”.
Así lo advirtió Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, en entrevista con Sala de Prensa Blu, a propósito de su artículo “Los retos económicos del último año del Gobierno Petro”, publicado en El Espectador.
Mejía señaló que uno de los principales desafíos es el deterioro de las finanzas públicas. El déficit fiscal —es decir, el creciente desbalance entre los ingresos y los gastos del Estado— ha alcanzado niveles sin precedentes, lo que agrava el panorama económico del país.
“El año pasado registramos un déficit fiscal cercano al 7 % del PIB, exactamente 6.7 %, lo que representa el tercer nivel más alto en los últimos 120 años,” aseguró Mejía.
Aún más inquietante es que, según las proyecciones oficiales, este año se espera un déficit fiscal del 7.5 % del PIB, lo que lo convertiría en el segundo más alto de la historia, solo por detrás del registrado durante la pandemia. Esta situación resulta especialmente preocupante, ya que ocurre en un momento en que no se atraviesa una crisis económica, sino un escenario de menor inflación, mayor crecimiento y reducción del desempleo.
El crecimiento del déficit se debe principalmente a un “incremento generalizado del gasto desde la pandemia”. Entre los factores que más han influido están el aumento del gasto en salud, los subsidios a los combustibles, el alza en las pensiones y las transferencias a las entidades territoriales.
“La deficiente gestión del Gobierno nacional” es uno de los factores fundamentales. Hasta junio, la ejecución del presupuesto de inversión apenas alcanzó el 24 %, la cifra más baja en al menos diez años. “Por un lado, el Gobierno asigna un presupuesto considerable en áreas como educación, salud e infraestructura; pero por otro, la falta de una adecuada gestión impide que estos recursos se utilicen de forma eficiente”, explicó Mejía.
Falta de inversión: un riesgo para el crecimiento sostenible
El segundo gran desafío es la “sequía de inversión”, un fenómeno que afecta directamente la capacidad de crecimiento económico a largo plazo. Aunque la economía continúa creciendo, lo hace por debajo de su promedio histórico.
“Estamos creciendo por debajo de la tasa de crecimiento a largo plazo”, afirmó Mejía, destacando que la inversión total, y en particular la privada, ha experimentado una caída significativa.
“En 2022, la tasa de inversión fue del 19 % del PIB, pero en el primer trimestre de este año bajó al 16 %, lo que representa una caída de tres puntos porcentuales, una caída que no se veía desde la pandemia.”
Esta disminución se atribuye principalmente a “ciertas decisiones gubernamentales relacionadas con las reglas del juego”, que han generado incertidumbre entre los inversionistas.
¿Por qué crece la economía y disminuye el desempleo?
A pesar de los problemas fiscales y la caída en la inversión, las tasas de desempleo han disminuido, la inflación se mantiene bajo control y la economía sigue creciendo, aunque de manera moderada.
Esta aparente contradicción se explica, según Mejía, porque “el gasto público no es el factor principal que determina ni el crecimiento económico, ni la generación de empleo, ni la inflación”.
El motor de la economía sigue siendo el sector privado. De hecho, durante los primeros tres años del gobierno de Petro, el crecimiento promedio fue del 1.7 %, significativamente inferior al 3.6 % promedio registrado en las seis administraciones anteriores del siglo XXI.
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